domingo, 14 de noviembre de 2010

Estilo

Estilísticamente mi interés estaba en representar este mundo de una forma que tomara distancia de los que considero son los dos estilos preponderantes del lenguaje audiovisual contemporáneo. Por un lado, el look documental de cámara en mano, suerte de realismo sucio que se utiliza para ir a extremos temáticos y que encuentra en “Kids” (L. Clark) su mejor ejemplo, dando lugar en nuestro país tanto a experimentaciones que van más allá de lo que usualmente se suele mostrar –como en “El Pejesapo” (J L Sepulveda)- en las que efectivamente el estilo se condice con el contenido, como a casos en que sólo acrecienta la sensación de  precariedad general de la obra, de guiones flojos y una puesta en escena básica que limita en lo amateur –“Te creís la Más linda” ( ) -. Por otra parte, el estilo de planos fijos, perfectamente compuestos y de notoria belleza estética que remite al cine asiático de las últimas dos décadas, y que se caracteriza por una inamovilidad casi absoluta y tramas en las que aparentemente “no pasa nada”, como si se hubiese extendido el estilo de Ozu al paroxismo. Esto queda en evidencia cuando vemos construcciones hechas a base de momentos no importantes de la trama en los que los personajes realizan tareas monótonas, en las que las elipsis parecen haber sido olvidadas. 
Mi aproximación, en tal sentido, tiene que ver más con el cine clásico de Hollywood, que aunque no olvida la importancia fundamental de la composición y el encuadre, sí apuesta por un desarrollo dramático que haga avanzar constantemente la trama. Mi objetivo es que, aunque al espectador se le de momentos calmos y tiempos muertos en que logre reflexionar sobre lo que mire, no intelectualice al punto de cuestionarse el mismo medio que está observando, O sea, que siendo capaz de pensar sobre el fenómeno descrito en las imágenes, su concentración no se dispare hasta un nivel en que se pregunte por el mismo "cine", en cuanto a construcción artificial de una historia. 




SONIDO

En términos audiovisuales, me interesaba la idea de desarrollar una historia intentando disminuir al mínimo los diálogos. Me parece que muchas obras audiovisuales utilizan los diálogos como “salvavidas” para introducir información necesaria para entender la historia, y se olvidan de las posibilidades que ofrece el medio para contar a través de imágenes y sonidos –no palabras- lo que se quiere relatar.
En este caso específico, intentaba expresar por medio del silencio –de palabras- el concepto de soledad. Mi objetivo era conseguir crear un personaje que se expresara por sus acciones –movimientos, gestos, semblante- y no por el diálogo. 

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